Cavanilles Palop, Antoni Josep

Cavanilles(València, 1745-Madrid, 1804). Es autor del famòs llibre «OBSERVACIONES SOBRE LA HISTORIA NATURAL DEL REYNO DE VALENCIA» publicat en els anys 1795-1797, fruit d’un encàrrec reial després d’haver viatjat per tota Espanya en 1792 i 1793 per tal d’estudiar la seua flora. En ell descriu abundants aspectes de tots els pobles del Regne de València, on apareix per tant Vinaròs. Referent a la nostra població, descriu: «Desde las alturas de Rosell hasta el mar el terreno va siempre descendiendo con bastante suavidad: se atraviesan los eriales de Rosell y Trahiguera, estériles por la multitud de peñas y la falta de tierra: dos horas antes de llegar á Vinaróz empieza ya el cultivo. No es de igual fondo la tierra: siempre roxiza se halla unas veces mezclada con cascaxo, y en otras sostenida por bancos calizos, ó marga endurecida: pocas lomas se presentan en el camino, y nada pone límites al horizonte, hasta que por error óptico parece que las nubes tocan la superficie de las aguas: se levantan á lo lejos los edificios de Vinaróz y atravesando viñedos y campos de algarrobos se entra en un nuevo género de huertas, que la industria y el trabajo ímprobo supo formar en un suelo árido, abriendo pozos, y robando á la tierra las aguas que escondía en sus entrañas. Quando se baxa de los montes áridos y destemplados de Benifazá, ó después de atravesar la multitud de montes y barrancos que ocupan lo mas septentrional del reyno, causa recreo el ver llanuras bien plantadas de algarrobos y viñas; el pisar alfombras, cuyos matices se multiplican al paso que las producciones de la huerta; el descubrir en fin el mar siempre interesante. Muy cerca de la playa se halla Vinaróz, la mayor y la más hermosa villa de esta parte del reyno: sus vecinos no llegaban a 700 despues de las guerras de sucesión, sin pasar de 2904 personas en 1714: hoy tiene 2000, inclusos los 623 de la marina, y el número de personas es de 9.075. Las anchas calles, las plazas, los buenos edificios, y la inmediación al mar, que freqüentan varios buques mercantes, hacen agradable este pueblo cercado de huertas, que se extienden hasta la misma orilla del Mediterráneo. La industria y aplicación de los naturales ha sabido convertir en jardines útiles un suelo que hubiera quedado estéril entre otras manos. Compárese esta tierra de poco fondo con los pingües campos de Albacete, y con otros de las varias provincias de España: véase el triste abandono en que estos se hallan, y el corto número de frutos que producen, y se conocerá el mérito de los habitantes de Vinaróz. Su terreno, estéril por naturaleza, consta de poca tierra margácea algo colorada, sostenida por rocas ó grava endurecida: en muchas partes apenas tiene el suelo un palmo de fondo, y en otras, aunque mayor, se halla mezclado con chinas; á medida que nos apartamos del mar hacia los montes aumenta lo grueso de la tierra. Se halla cultivado el término entre los de Benicarló y Cenia en las inmediaciones al mar, esto es, por espacio de hora y media. Aquí se ve aquella multitud de zuas que los naturales llaman cenias, con cuyas aguas riegan 250 jornales de tierra, variando de mil modos las producciones, y haciendo creer al que las mire de paso y sin examen, que el suelo está fertilizado por aguas de copiosas fuentes ó de algun rio, no habiendo otras en realidad que las que las zuas sacan de las entrañas de la tierra. El mucho trabajo que emplean los de Vinaróz en beneficiar las huertas, y los muchos brazos que ocupa la marina y comercio, dexan un vacío que se descubre en lo inculto del término hàcia Trahiguera, donde quedan dilatados eriales con corto número de viñas y algarrobos: aquellas se cultivan con cuidado y conocimiento; pero en estos se descubre el defecto de los machos, y el exceso de ramos inútiles. El vino de esta marina, incluso el de Alcalá, es precioso y muy estimado de los estrageros por ser fuerte, espeso y negro: condiciones propias para poder sufrir después manipulaciones y mezclas que los mercaderes practican. Se quejan los de Vinaróz, y mucho más los de Benicarló, que sus viñas no dan el fruto que promete la lozanía de las plantas, y el que debía seguirse al cuidado que emplean. Depende esto de la pobreza del suelo, y de sostener más plantas que las que corresponden á sus fuerzas. Sin las cavas y rejas que dan á los campos, y sin la terrefaccion y cenizas con que los preparan, serian aun inferiores las cosechas. En el término de Vinaróz se cogen 180.000 cántaros de vino, que en 1792 se vendió á doce reales de vellon, 90.000 arrobas de algarrobas, 1200 cahices de trigo, 300 de cebada, 160 de maíz, 100 de judías, 1200 arrobas de cáñamo, y una cantidad enorme de frutas y hortalizas. Si se compara esta suma de frutos con el crecido número de vecinos, léjos de ser felices se verian muchos en la miseria; pero tienen otros recursos los de Vinaróz, que son la marina y el comercio. ¡Ojalá que el luxo no hubiese penetrado hasta la clase inferior del pueblo!. A no ser por la marina, ó se hubiese despoblado ó se hubiera disminuido notablemente. Se puede dividir en dos ramos la marina, el uno destinado al transporte de frutos é importación de varios artículos, y el otro á la pesca. La pesca de parejas llamada del Bou se reduce a 28 barcos tripulados cada uno con cinco hombres, cuyo producto diario puede regularse en 60 arrobas de pescado, que vendidas á 30 reales de vellon, dan al año en los 170 dias útiles 300.000 reales. No solamente viven con esta industria las familias de los que tripulan barcos, sino otras muchas que les ayudan al salir del agua: por desgracia se les prohibe el pescar muy cerca de la mitad del año, lo que arruina una porción considerable de familias. No pueden entrar en el mar durante los cuatro meses de veda, introducidos para la multiplicación de los peces; y últimamente se extendió la prohibición á otros cincuenta y dos dias con motivo del atun. Hay tambien otros géneros de pesca muy útiles, que producen contínuos beneficios; pero lo más lucrativo es el transporte de frutos:solo los vinos que en Noviembre, Diciembre y Enero se transportan al norte les producen de fletes mas de 240.000 reales, sin contar los retornos. El acarreo de la sal que desde la Mata se trae para mas de ochenta pueblos que deben surtirse del depósito de Vinaróz, y las varias comisiones que tienen los dueños de los barcos, aumentan el numerario, y facilitan medios de subsistir: los Aragoneses de 39 pueblos que baxan a Vinaróz para tomar la sal de sus encabezamientos, por no venir vacíos traen trigo, harinas, aceyte y otros frutos que escasean en la villa, aumentando así las subsistencias. En la de primera necesidad, esto es, en las harinas, hay aquí abuso intolerable que consiste en el arriendo público de pesarlas. Consta que sujetándose el arrendador á los aranceles, nunca puede sacar la mitad de lo que paga por su arriendo; y con todo eso hay mil pretendientes para el empleo, ciertos sin duda que los fraudes y otras maniobras resarciran con usura el exceso. Se ha visto en ocasiones urgentes traer uno harinas para remediar las necesidades del pueblo, vendiendolas por menor, y no querer consentir el pesador en cobrar los derechos adeudados en medio de ahorrarle á él el trabajo de pesar. Retrae esto los concurrentes que irian á Vinaróz á vender sus harinas, priva al público del beneficio que le facilita la abundancia de vendedores, y este mismo pueblo es la víctima de la codicia. Desde las galerías que estan sobre las capillas de la Iglesia Parroquial, fabricada á toda costa y á prueba de bomba, se descubre un quadro delicioso por la banda del norueste. Se presentan en primer término las huertas con aquella multitud de árboles y producciones que las adornan; y en el último los montes de Cervera, Benifazá y Munciá, que parece apoyar al oriente sobre el mar. En la llanura que se extiende hácia los montes se destinguen tres cerros elevados, el del Puig de la Nau hácia poniente, nuestra Señora de la Misericordia al norte, y entre estos dos, aunque á mayor distancia, el Puig-vert ó Perengil. El rio Cervol baxa por la punta occidental del cerro de la Misericordia con direccion á la parte septentrional de la villa, y el barranco de Surrac pasa entre los otros hácia la meridional. San Jorge se ve á lo lejos en las faldas del monte que se descubre entre Calig y Cervera quedan al sureste casi en la misma línea».

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