Gironella, Josep Maria

Escriptor català. En el seu llibre «Un millón de muertos» (Barcelona 1961), dedica el pàrraf següent a Vinaròs (pp. 698-699):
«Rebasada Morella, allá a lo lejos, al otro lado de los sueños, apareció de pronto el azul… vieron a lo lejos el sosegado Mediterráneo, el mar que no era océano, el mar «cuyos peces hablaban latín…»
-¿A qué día estamos hoy?
-A quince de Abril.
Era el 15 de abril, era Viernes Santo…¡Extraña coincidencia! Exactamente mil novecientos treinta y ocho años antes, un hombre más alto que Franco y que Cosme Vila había muerto en una cruz, al otro extremo de aquel mar. Un hombre que no fue ni banquero, ni militar; que fue carpintero y que vivió durante treinta años una vida oscura. La voz de ese hombre fue tan misteriosa y tan fuerte que cuando exclamó: ¡Ay de aquel hombre por el que el Hijo del hombre será entregado!». Judas, al cabo de poco, se ahorcó. Sin embargo, su voz fue también tan suave, que cuando dijo: «La paz os dejo, la paz os doy», se alegraron hasta las aves del cielo. / El Cuerpo del Ejército de Galicia llegó al pueblo de Vinaroz. El mar se recostaba en él. Los soldados se acordaban de que aquel día era Viernes Santo, y, en cierto modo, ello les paralizaba el corazón. Ninguno osaba acercarse a la arena, acercarse definitivamente al agua. ¿Dónde estaban Lister y el Campesino? ¿dónde estaban Julio García y los padres del Perrete, dónde estaban los muertos?. Estaban también allí, a lo lejos, muchas mujeres que habían seguido a Jesús de Galilea. / El general Alonso Vega se adelantó para pisar la arena el primero. En la arena había un hombre herido que llebava en la gorra una inscripción: «No pasarán». Se parecía a Difícil, pero no era él. El General Alonso Vega se acercó al agua, se agachó, mojó en ella sus dedos e incorporándose se santiguó. El pueblo era Vinaroz; el día, Viernes Santo; el mar, el Mediterráneo.»

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